Dos poemas de Vicente Aleixandre, canta al hombre y al amor


María Pagés - Una oda al tiempo



 Se querían


Se querían.

Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,

labios saliendo de la noche dura,

labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?

Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.


Se querían como las flores a las espinas hondas,

a esa amorosa gema del amarillo nuevo,

cuando los rostros giran melancólicamente,

giralunas que brillan recibiendo aquel beso.


Se querían de noche, cuando los perros hondos

laten bajo la tierra y los valles se estiran

como lomos arcaicos que se sienten repasados:

caricia, seda, mano, luna que llega y toca.


Se querían de amor entre la madrugada,

entre las duras piedras cerradas de la noche,

duras como los cuerpos helados por las horas,

duras como los besos de diente a diente sólo.


Se querían de día, playa que va creciendo,

ondas que por los pies acarician los muslos,

cuerpos que se levantan de la tierra y flotando…

se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.


Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,

mar altísimo y joven, intimidad extensa,

soledad de lo vivo, horizontes remotos

ligados como cuerpos en soledad cantando.


Amando. Se querían como la luna lúcida,

como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,

dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,

donde los peces rojos van y vienen sin música.


Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,

ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,

mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,

metal, música, labio, silencio, vegetal,

mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.


La Certeza


No quiero engañarme.

A tu lado, cerrando mis ojos, puedo pensar otras cosas.

Ver la vida; ese cielo... La tierra; aquel hombre...

Y entonces mover esta mano,

y tentar, tentar otra cosa.

Y salir al umbral, y mirar. Mirar, ver, oler, penetrar, comulgar, escuchar. Ser, ser, estarme.

Pero aquí, amor, quieta estancia silenciosa, olor detenido;

aquí, por fin, realidad que año tras año he buscado.

Tú, rumor de presente quietísimo, que musicalmente me llena.

Resonado me hallo. ¿Cómo dejarte?

¿Cómo abandonarte, quietud de mi vida que engolfada se abre,

se recrea, espejea, se vive? Cielo, cielo en su hondura.


Por eso tú, aquí con tu nombre, con tu pelo gracioso, con tus ojos tranquilos,

con tu fina forma de viento,

con tu golpe de estar, con tu súbita realidad realizada en mi hora.

Aquí, acariciada, tentada, reída, escuchada,

misteriosamente aspirada.

Aquí en la noche: en el día; en el minuto: en el siglo.


Jugando un instante con tu cabello de oro,

o tentando con mis dedos la piel delicada,

la del labio, la que levísima vive.


Así, marchando por la ciudad: «¡Ten cuidado: ese coche!...»

O saliendo a los campos: «No es la alondra: es un mirlo...»

Penetrando en una habitación, agolpada de sombras, hombres, vestidos.

Riéndonos gozosamente entre rostros borrados.

Encendiendo una luz mientras tu carcajada se escucha, tu retiñir cristalino.

O saliendo a la noche: «Mira: estrellas». O: « ¿qué brilla?»

«Sí; caminemos».


Todo en su hora, diario, misterioso, creído.

Como una luz, como un silencio, como un fervor

que apenas se mueve. Como un estar donde llegas.


Por eso... Por eso callo cuando te acaricio,

cuando te compruebo y no sueño.

Cuando me sonrío con los dientes más blancos, más limpios, que besas.

Tú, mi inocencia,

mi dicha apurada,

mi dicha no consumida.


Por eso no cierro los ojos.

Y si los cierro es dormido,

dormido a tu lado, tendido, sonreído, escuchado, más besado, en tu sueño.



Vicente Aleixandre. Poeta español nacido en Sevilla en 1898.

Su infancia transcurrió en Málaga, y aunque desde los trece años se trasladó con su familia a Madrid,

el mar dejó una profunda huella en su poesía.

Su primer libro, «Ámbito», fue publicado en 1.928, al que siguieron, «Espadas como labios» en 1.932,

«Pasión de la tierra» en 1.935,  «Sombra del paraíso» en 1.944, «Mundo a solas» en 1950, «Nacimiento último» en 1.953,

«Historia del corazón» en 1.954, «Poemas de la consumación» en 1968, «Diálogos del conocimiento» en 1.974 y póstumamente «En gran noche» en 1.991.

En 1.934 fue Premio Nacional de Literatura y en 1.977 recibió el Premio Nobel de Literatura.

Falleció en Madrid en 1.984. 

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