Grito hacia Roma, de Federico García Lorca

Angelo Brandauri- Grido a Roma


Manzanas levemente heridas 
por finos espadines de plata, 
nubes rasgadas por una mano de coral 
que lleva en el dorso una almendra de fuego, 
Peces de arsénico como tiburones, 
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud, 
rosas que hieren 
Y agujas instaladas en los caños de la sangre, 
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos 
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula 
que untan de aceite las lenguas militares 
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma 
y escupe carbón machacado 
rodeado de miles de campanillas. 

Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino, 

ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, 
ni quien abra los linos del reposo, 
ni quien llore por las heridas de los elegantes. 
No hay más que un millón de herreros 
forjando cadenas para los niños que han de venir. 
No hay más que un millón de carpinteros 
que hacen ataúdes sin cruz. 
No hay más que un gentío de lamentos 
que se abren las ropas en espera de la bala. 
El hombre que desprecia la paloma debía hablar, 
debía gritar desnudo entre las columnas, 
y ponerse una inyección para adquirir la lepra 
y llorar un llanto tan terrible 
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante. 
Pero el hombre vestido de blanco 
ignora el misterio de la espiga, 
ignora el gemido de la parturienta, 
ignora que Cristo puede dar agua todavía, 
ignora que la moneda quema el beso de prodigio 
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán. 

Los maestros enseñan a los niños 

una luz maravillosa que viene del monte; 
pero lo que llega es una reunión de cloacas 
donde gritan las oscuras ninfas del cólera. 
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas; 
pero debajo de las estatuas no hay amor, 
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo. 
El amor está en las carnes desgarradas por la sed, 
en la choza diminuta que lucha con la inundación; 
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre, 
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas 
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas. 

Pero el viejo de las manos traslucidas 

dirá: amor, amor, amor, 
aclamado por millones de moribundos; 
dirá: amor, amor, amor, 
entre el tisú estremecido de ternura; 
dirá: paz, paz, paz, 
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita; 
dirá: amor, amor, amor, 
hasta que se le pongan de plata los labios. 

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto, 

los negros que sacan las escupideras, 
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los 
directores, 
las mujeres ahogadas en aceites minerales, 
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube, 
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro, 
ha de gritar frente a las cúpulas, 
ha de gritar loca de fuego, 
ha de gritar loca de nieve, 
ha de gritar con la cabeza llena de excremento, 
ha de gritar como todas las noches juntas, 
ha de gritar con voz tan desgarrada 
hasta que las ciudades tiemblen como niñas 
y rompan las prisiones del aceite y la música, 
porque queremos el pan nuestro de cada día, 
flor de aliso y perenne ternura desgranada, 
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra 
que da sus frutos para todos.

Federico García Lorca ((Fuente Vaqueros,1​ Granada, 5 de junio de 1898-camino de Víznar a Alfacar, Granada, 18 de agosto de 1936)  llegó a Nueva York en 1929, acompañado por Fernando de los Ríos, su amigo y profesor de Derecho Político. El socialismo humanista del que sería en 1931 ministro republicano, influyó en la mirada con la que el poeta observó la gran crisis económica y cultural de la metrópoli. Lorca usó las metáforas de espiritualidad cristiana para oponerse al materialismo capitalista. Vivió en Nueva York del 25 de junio de 1929 al 4 de marzo de 1930, partiendo entonces hacia Cuba, donde residió por un espacio de tres meses.


 El poeta alude directamente al tema del amor, en este tratado en Grito hacia Roma de forma colectiva y en la Oda a Walt Whitman de forma individual, y contraponiéndolo en ambos casos a la hipocresía de los fariseos y los guardianes de la moral.


Grito hacia Roma (Desde la torre del Chrysler Building): se conserva un autógrafo en la Fundación García Lorca, anteriormente titulado Roma y Oda de la Injusticia. El poeta denuncia la actitud insolidaria de la Iglesia –aludida como «la gran cúpula» y «el hombre vestido de blanco»– frente al amor auténtico, principalmente el que deriva del sufrimiento: «debajo de las estatuas no hay amor, no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo. El amor está en las carnes desgarradas por la sed, y en la choza diminuta que lucha con la inundación». Frente a esta actitud contrapone el verdadero mensaje evangélico, de paz y amor: «el hombre vestido de blanco ignora el misterio de la espiga, ignora el sufrimiento de la parturienta, ignora que Cristo pueda dar agua todavía». El poeta se suma a la gente que sufre, a los pobres, los desfavorecidos, como se denota en el título desechado de Oda de la Injusticia, posiblemente en denuncia de los pactos de Letrán entre Mussolini y la Santa Sede; frente a ello, los sometidos deben reclamar sus derechos: «porque queremos el pan nuestro de cada día», «porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra, que da sus frutos para todos»

Cuestión interesante son las ilustraciones y dibujos que debían 
incluirse en el proyecto de Lorca para la edición impresa de Poeta en Nueva York. Ilustrarlo con una serie de fotografías descriptivas del contenido de los poemas, circunstancia reproducida en el original entregado a José Bergamín, que incluía una lista de dieciocho ilustraciones, que si bien las describía no indicaba su ubicación en el texto, hecho por el cual no fueron incluidas en las ediciones originales.
Como es bien sabido, Lorca no encontró al editor José Bergamín en su despacho de la editorial Cruz y Raya  en la calle de Bartolomé Mitre, 5, de Madrid. Su amigo y colaborador no estaba. Así que Lorca le dejó una nota tan sencilla como testamentaria: "Querido Pepe: he estado a verte y creo que volveré mañana. Abrazos, Federico" y dejo el manuscrito ( compuesto de 96 páginas mecanografiadas y de 26 manuscritas con abundantes anotaciones al margen, correcciones y tachones) sobre la mesa.  A los pocos días el poeta es asesinado, y su manuscrito quedó en manos del amigo y editor.
Bergamín se llevó consigo el manuscrito al exilio, primero a Francia y luego a México, y a partir de él realizó la primera edición de 1940, que apareció simultáneamente en México (Ed. Séneca) y Estados Unidos (Ed. Norton, traducido por Rolfe Humphries), aunque con importantes diferencias debidas, al parecer, a ligeras modificaciones introducidas por Bergamín, quien sin embargo fue muy respetuoso con las indicaciones de su amigo

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