Gabriel Celaya dialoga con Schubert

Siempre que vuelvo a leer, al poeta vasco Gabriel Celaya, me salen de la boca las palabras realidad, titán (llevaba la democracia en su sangre) y, emancipación intelectual. Buscó siempre las preguntas, no quiso fáciles respuestas;  y ofrecía sus versos narrativos como un motor de cambio al que agarrarse, entre tanta grisura y olvidos, en aquella época de posguerra y desigualdades, de supervivencias y resistencias.

 Empezaron también los homenajes y los premios como el Nacional de las Letras en 1.986. El enamoramiento de la Transición. Un reconocimiento que casi 30 años después de su muerte parece casi extinguido. Quedó arrinconado, en sus últimos años, como un poeta  "menor" , cantor de las libertades y se le silenció, como se hizo con los "cantautores", nostálgicos de "aquellos tiempos pasados y oscuros".  Se le negó, como a otros poetas, el valor y uso de su poesía.  

Estuvo al lado de los perdedores, y de los humillados, ofreciendo sus poemas a los ofendidos, reivindicándolos con su poesía solidaria. Se le descalificó desde el falsificador Estado en los años franquistas, para ponerlo como ejemplo de poeta liso y llano. 


En plena posguerra, Celaya se atrevió a cantar: 

"Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan / decir que somos quien somos, /nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. / Estamos tocando el fondo"

                                            

Paco Ibañez interpreta "La poesía es un arma cargada de futuro"


De su Carta a Miguel Labordeta escojo 10 versos que verifican una poética y una ética: 

"Las últimas noticias son normales, muy tristes: / se casan con notarios nuestras adolescentes; se ríen en mis barbas los hombres de negocios; / la brisa sólo es brisa -no es un ángel extraviado- / y Dios, allá en el cielo, sigue siendo un Dios mudo. (...) / Da miedo ver las gentes que pasan por las calles. / Si uno les preguntara su nombre no sabrían / qué contestar en serio, qué decir limpiamente. / Yo les dejo que pasen bajando la cabeza. / No quiero ver. Me asusta que los muertos caminen"


«Hablo de nosotros»


Hablo de nosotros

(no sé si es un poema),

hablo de nosotros que no somos sencillos,

pero sí vulgares (como se comprende).

Hablo sin tristeza (y no porque esté alegre),

sin resentimiento (mi odio es de agua fría);

hablo de nosotros y alguien debe entenderme.

Hablo serenamente.

Necesito muy poco

(por ejemplo, mi tiempo);

necesito gastar dinero sin pensarlo,

besar dos o tres bocas (sin comprometerme).

Necesito lo justo (superfluo si calculo),

un delirio alegre (razonable en el fondo);

necesito lo poco que nadie quiere darme,

lo mucho que es un hombre.

Pero soy blando y tonto

(quién al fin no llora?);

soy de fango informe que dulcemente arrastra,

de tierra que a ti me une.

Soy de miseria pura (o de amor infinito),

soy de nada, del todo que al mirarte comprendo,

!oh pequeño, pequeño, pegajoso, tan tierno,

tan igual a mí!


«Si se trata de “transformar el mundo”, como decía Marx, o de “cambiar la vida”,

como decía Rimbaud, es claro que un poema será un mal sustitutivo de una

metralleta y que, en todo caso, el poeta, como tal poeta y haga lo que haga en

tanto que ciudadano, solo actuará en la revolución política a través de la conciencia. Porque 

modificar la conciencia es modificar el modo de ver las cosas y, por tanto, un poderoso modo 

de cambiar la  realidad.»


 "Gabriel Celaya: Ensayos literarios". 

Edición y estudio de Antonio Chicharro. 

Ed. Visor, Madrid, 2.009



Gabriel Celaya

Rafael Gabriel Juan Múgica Celaya Leceta nació en Hernani, Guipúzcoa, el 18 de marzo de 1911.

Fue uno de los más destacados representantes de la conocida como «poesía comprometida» o «poesía social», limpiando de retórica la poética venidera española.

Entre 1927 y 1935 vivió en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde conoció a Federico García Lorca, entre otros intelectuales que lo llevaron al mundo de la literatura, decidiendo dedicarse a tiempo completo a la poesía.

Durante la Guerra Civil Española combatió en el bando republicano, siendo detenido y recluido en un campo de concentración en Palencia.

En 1946 fundó en San Sebastián, con su inseparable Amparo Gastón, la colección de poesía «Norte», desde entonces abandonó su profesión de ingeniería y su trabajo en la empresa de su familia.

En la década de 1950 se integró en la estética del compromiso, muestra de ello son sus libros «Lo demás es silencio», de 1952 y «Cantos Iberos», de 1955, considerado como la verdadera biblia de la poesía social.

Junto a Eugenio de Nora y Blas de Otero, defendió la idea de una poesía no elitista: «al servicio de las mayorías, para transformar el mundo».

Celaya era un autor torrencial. Escribió más de cien libros. El último, en 1.986.

Murió en Madrid, el 18 de abril de 1991.


 
Schubert: Impromptus, Op.90, No.3 In G Flat Major (Andante)
Grigory Sokolov

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