El placer de leer

 "El lema de todo verdadero lector es De gustibus non est disputandum. "De gustos no se discute", o, como se dice en castellano, "sobre gustos no hay nada escrito". El proverbio latino dice la verdad; la traducción castellana miente. Nuestro placer no admite argumentos; admite en cambio una infinidad de escritos, los exige. Al fin y al cabo ¿Qué son las bibliotecas sino archivos de nuestros gustos, museos de nuestros caprichos, catálogos de nuestros placeres?"  

 

 "Para ciertos lectores, el placer de la lectura es uno de intimidad. Ese espacio amoroso que un lector crea con su libro no admite otra presencia. El niño que lee bajo la manta a la luz de una linterna cuando se le ha ordenado dormir, el adolescente acurrucado en el sillón para quien el único tiempo que transcurre es el del cuento que está leyendo, el adulto aislado de sus congéneres en un atiborrado vagón de tren o en un bullicioso café, encuentra su placer en un mundo creado sólo para él. Proust volvía al comedor una vez que la familia había salido a pasear para hundirse en el libro que estaba leyendo, rodeado solamente de los platos pintados colgados en la pared, del almanaque, del reloj, todos objetos, nos dice, "muy respetuosos de la lectura" que "hablan sin esperar respuesta y cuya jerga, a diferencia de la de los humanos, no trata de reemplazar el sentido de las palabras leídas con un sentido diferente". Dos horas de placer hasta la entrada de la cocinera que, con sólo decir "así no puede estar cómodo. ¿Y si le traigo una mesita?", lo obligaba a detenerse, a buscar su voz desde muy lejos, a sacar las palabras de su escondite detrás de los labios y a responder, "no, gracias", con lo cual el encanto quedaba roto. El placer de la lectura no admite terceros."

Fragmentos de "Elogio de la lectura"
A. Manguel, El País, 22 de abril de 2.006.


 El día del libro, 

el mes de libro, 

toda una vida entre libros.

El año en que leí más libros, la semana en la que no pude leer ni una página.

El día en que no paré de leer en alto para ver como sonaba,

las noches en que no dejo de escuchar la lectura sobre la almohada.


Un día sin levantarse para caminar,

un día sin los dedos manchados de tinta,

un día sin algo que llevarse a la vista.

Un día sin leer. 

Un día sin un poema que recordar con deleite.

Un día roto por el vacío de no tener un alimento que llevarse al alma.


Leer como osadía, como navaja afilada.

Leer como destrozo de los horteras palacios de lujo, elevados sobre la ignorancia más rancia.

Leer como espejo envejecido,

como plegaria nocturna,

como ofensa silenciosa, 

como senda de delirios.


Leer. Leer. Leer.



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