El mar, John Balville

En "Bach, una aproximación al Clavecín bien temperado" de J.S. Bach, María Muñoz trabaja en la transmisión y reinterpretación de su solo, que ha bailado en todo el mundo desde su creación en 2004, con la intérprete y creadora italiana Federica Porello.


Se marcharon, los dioses, el día de la extraña marea. Las aguas de la bahía, toda la mañana bajo un cielo lechoso, habían crecido y crecido, alcanzando alturas inusitadas, las pequeñas olas inundaban una arena reseca que durante años no había conocido otra humedad que la lluvia y lamían las mismísimas bases de las dunas. El casco oxidado del carguero que permanecía encallado en la otra punta de la bahía de ese enorme cuenco de agua  desde tiempo inmemorial debió de pensar que iban a volver a botarlo. Después de ese día yo no volvería a nadar. Las aves marinas gimoteaban y se lanzaban en picado, nerviosas, al parecer, ante el espectáculo de ese enorme cuenco de agua inflándose como una ampolla, de un azul plomizo y un brillo maligno. Tenían, aquel día, una blancura antinatural, los pájaros. Las olas depositaban una orla de sucia espuma amarilla en el límite de las aguas. Ningún barco estropeaba la linea del alto horizonte. No nadaría, no. Nunca más. 

Alguien acaba de caminar sobre mi tumba. Alguien.


John Banville (Wexford, Irlanda, 8 de diciembre de 1945)

"El mar"
Editorial Anagrama, 2006
Traducción de Damián Alou.


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