El mundo nunca se acaba




Predicar en el desierto.
Predicar en el silencio.
Aprender de las sombras azafranadas del cielo.
Buscarse entre el agua que se esconde entre las rocas.

Escucharse en el desierto.
Aprender en el silencio.
Nunca se sabe que se aprende.
Si se aprende a estar solo,
o a morir en paz
o a ayudar al prójimo.

¿Cuál enseñanza es la más importante en el desierto infinito y misterioso de la vida?

¿Cuándo se diluyó el discurso de la fuerza del amor
en los laberintos de Jesuralem,
tal vez menos de lo que tardó Lázaro de Betania en resucitar?

Venía del ayuno y del silencio, 
del sacrificio y del caminar consciente
alejado de la soberbia y lo corrupto.

Y fue cruzar el arco de entrada de la ciudad deslumbrante,
y los vítores y las estridentes alabanzas
se tornaron en griteríos atronadores 
condenándole en las lenguas de los Windsor y los Tudor;
y solamente las soflamas de los esclavos venidos del Mississippi, Nubia y Egipto
dieron agua y consuelo al que arrastraba a cuestas
la sed y el sol del páramo. 

Pero todavía hoy

en las mañanas de los eriales y las metrópolis
las radios emiten sigilos,
susurran coros
esparcen sueños.

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