Una cuarto propio y quinientas libras al año





"Durante siglos, las mujeres han sido espejos dotados del mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre duplicando su tamaño natural"

Virginia W.


Trazar un territorio propio. Defenderlo numantinamente.

Poner un mapa bajo los pies y saber en dónde no pisar.

Los trayectos recónditos.


Repletas de vacíos que no de huecos.

Siempre curiosas, con ganas de fumar en la noche, oculta en el oscuro rincón

del invernadero nevado en noviembre.


Recitan abrazos que nunca son suficientemente largos.


La biblioteca amueblada de fantasmas, repleta de vivos, pero de tantos muertos;

de poetas provocadores, altivos bohemios, malditos, ambiguos en su ser.

Deambulan entre guapos rabinos, agitadores del viento de la vida, provocadores,

contra familia. 


Las ovejas menos queridas en el redil.


En el silencio del barrio, antes de que estalle la noche taciturna,

escriben sin levantar sus ojos de la tinta lacerante.

Sangra el texto, sangra en ellas los dolores de su tiempo.


Siglos soportando desprecios calculados y tan perfectos, que ahogan que hunden,

que invisibilizan y humillan a esposas, hijas, madres, nietas, viudas...


Errancia a lo largo de la historia.

Piden su sitio, poco más.


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