El caminante comparte una de sus pasiones: el comportamiento del cielo





Estrato


Cuando, desde el espejo de las aguas manso,

una niebla eleva su tapiz en raso,

la luna, con las olas del aire fundida

como un fantasma haciendo fantasmas brilla,

¡entonces todos nosotros somos con certeza

felices, alegres hijos tuyos, oh, naturaleza!

Entonces monte arriba suben explayándose,

franja junto a franja, ocultándose,

a media altura hacia ambos inclinándose,

ya cayendo como lluvia o cual aire elevándose.



Martes, 16 de mayo


Todo el cielo levemente cubierto, pero muy

gris, imposible ver ni el sol ni la atmósfera.



Dice el poeta Heine: “Dios hizo el mundo en seis días y el séptimo llamó a Goethe y le dijo: haz tú las nubes”.


Estamos habituados a leer a Goethe (1.749-1.832) a través de Werther, el Fausto, Las afinidades electivas o el Wilhelm Meister. Sin embargo, el genio alemán fue también un gran apasionado de la ciencia, y su fascinación por ella nunca pasó desapercibida. El poeta alcanzó pronto la fama y que inspiró numerosos suicidios, Las desventuras del joven Werther, pero el entusiasmo prerromántico de sus inicios se desvanece pronto. Un viaje a Italia, cuya experiencia se revelaría en una publicación posterior, lo conduce a unos intereses artísticos radicalmente distintos, hasta convertirse en la figura más influyente del clasicismo alemán. A su regreso del país mediterráneo, el poeta se asegura una vida plácida en la corte de Weimar. Asume la tradición de la filosofía helenística, con arreglo a los valores de equilibrio y armonía, y cultiva multitud de disciplinas. La poesía y el teatro son las que lo encumbraron, pero su naturaleza renacentista desembocó en la ciencia. Goethe estudió el fenómeno cromático en la Teoría de los colores a partir de unas hipótesis sobre la óptica que discutían con las de Isaac Newton.

 El juego de las nubes recoge sus estudios de campo sobre meteorología, así como los dibujos realizados por él mismo entre los años 1.820 y 1.825. Para que Wolfgang von Goethe (1749-1832) se detuviera a contemplar las nubes, habrían de suceder importantes transformaciones en su vida.

Howard (me refiero al olvidado Luke Howard (Londres, 28 de noviembre de 1.772 - 21 de marzo de 1.864) fue un farmacéutico inglés que jugó un papel importante en la historia científica y fundamentalmente en la meteorología. Howard fue el creador de la nomenclatura para la clasificación de las nubes, nomenclatura que presentó en 1.802 en la Askesian Society, contribuyendo así en el nacimiento de la meteorología. A Howard se le conoce como el «padrino de las nubes». Fue él quien definió las tres principales categorías de nubes: cúmulus, stratus y cirrus, así como una serie de clasificaciones intermedias como las cirrostratus y stratocumulus, con el fin de dar cabida a las transiciones entre las formas principales) y Goethe solían intercambiar correspondencia y confidencias. El boticario le dijo al poeta en una de sus cartas que su verdadera vocación era la meteorología. 

Goethe, que escribió varios poemas inspirado por la taxonomía de Howard y la dio a conocer, le dedicó un poema en una de esas cartas en las que halagaba su labor nombrando las nubes y le agradecía su lucidez. También aludió a él en un poema como «el hombre que distinguió la nube de la nube». Gracias a Goethe, el ensayo corrió de mano en mano. Casi de la noche a la mañana, el farmacéutico se convirtió en una eminencia a quien todos conocían como «el padrino de las nubes». 

Entre 1.820 y 1.825, encandilado aún, Goethe escribió y dibujó en un diario los detalles de sus observaciones cuando miraba al cielo. Fue el germen de su libro El juego de las nubes.

En la fachada de la casa de Howard, en Tottenham, donde murió a los 91 años y desde donde observó las nubes, las dibujó y las bautizó, una inscripción reza: «Padrino de las nubes, vivió y murió aquí».



Johann Wolfgang Goethe

El juego de las nubes

Ilustraciones de Fernando Vicente y J.W. Goethe

Traducción y epílogo de Isabel Hernández.

NØrdica Libros 2.011

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