Pla viajero, Pla observador, Pla veraniego






 

"Entre el melocotón, ya en declive, y la uva moscatel, navega el melón sin rumbo fijo, en un terreno de inferioridad. La sandía es cosa insulsa. Es una fruta, la sandía, que parece hecha ex profeso para ser comida por las personas que tienen la boca muy grande, de una glotonería indominable. El melón se puso de moda y es algo mejor, pero yo creo que las calidades que se disciernen en el melón provienen de que es una fruta fácil. A veces, lo fácil tiene un gran encanto.".

...

"Hay algunas pequeñas, insignificantes percepciones que a mi me dan una viva sensación del verano. El canto de las cigarras, a las once de la mañana, en un pinar o en un alcornocal (hora vieja), en un día seco, crepitantes, con un cielo inmenso y desamueblado, es una de ellas. Otra, es oír, en una habitación en penumbra, a las tres de la tarde, con tiempo húmedo y bochornoso, volar una mosca. Ha de ser una sola. Si hay dos, la sensación del estío se convierte en franca incomodidad. Además, el volátil ha de planear de una manera un poco sonambúlica, como si es aire fuera muy denso." 

...


"En estas bochornosas noches de verano pocos recursos hay  tan agradables como divagar sin fin ni objeto por las calles del pueblo. Hay noches exquisitas para estos paseos; otras menos. Ello depende, en gran parte, de la calidad de los pueblos. A la frenética luz del sol, las cosas ha de ser muy bellas para sostenerse; en cambio, las cosas más vulgares, tocadas por la luz de la luna, parecen flotar en la irrealidad y el ensueño. Estas calles son tristes y mediocres, nadie se ocupó jamás de poner sobre ellas un detalle de gracia o de intimidad. El tono industrial y declaradamente viril del pueblo  ha sido incompatible con fronda alguna herbórea, con capricho alguno gratuito. Todo es frío, mecánico, siniestro, las formas son muertas. Pero la luna todo lo embellece...." 

"La huida del tiempo"

Josep Pla, Editorial Austral, Barcelona. 2.018



Otra muestra de la mejor  escritura concisa y clara, del oteador ampurdanés, viajero de lentitudes, prefería los petroleros a los veloces trenes, hombre de liarse el pitillo de picadura selecta en mano, socarrón de risa y gabardina dobladas y algo arrugadas; fue corresponsal en el París del Tratado de Versalles; cubrió la marcha de Mussolini sobre Roma; estuvo en Alemania cuando una cerveza costaba tres millones de marcos inflados; conoció la Cuba de Batista y un Estado de Israel recién creado; el Kremlin le emocionó, al igual que el Metropolitan de Nueva York; en Atenas se abrazó a una columna del Partenón. Sudamérica también la visitó. 

Narró su época con la palabra precisa en los miles de artículos y docenas de libros firmados. Ochocientas páginas multiplicadas por veintidós volúmenes contienen su obra completa.

Acabó por retirarse a la Costa Brava; en su casa solariega que se halla situada en Llofriu, a pocos kilómetros de Palafrugell, en pleno centro de l’Empordà, casi exactamente en la mitad geométrica de la Costa Brava. Pla conoce el país como la palma de su mano, recorrió sus pueblos a pie, en autobús, en tren. Vivió en Fornells, en Cadaqués, en L’Escala. Y murió con 84 años en una masía solitaria de Llofriu, en la misma cama donde escribía con la letra y la boina apretadas. Un pitillo y un whisky complementaban su traje de payés humilde: “Yo siento que podría curarme de todos mis vicios y de todas mis virtudes, caso que tenga alguna; lo que no podré dejar jamás es mi recalcitrante vagabundaje”

La huida del tiempo se convertiría en el tomo 20 de la O.C. bajo el título de 'Les hores' en 1.971. Había nacido, como buena parte de la obra del maestro de Palafrugell, a base de los artículos semanales del "Calendario sin fechas" en la revista Destino, que dirigía entonces Ignacio Agustí y que se encargó del prólogo. Aparecido originalmente en 1.945, consta de 221 páginas siguiendo las estaciones, el clima, los hitos festivos que conforman el devenir humano año tras año.

Comentarios

Entradas populares