Boca, del poeta Miguel Hernández

Miguel Hernández, es el poeta del pueblo, autodidacta y provinciano (nunca desde el menosprecio, características diferenciadoras que le otorgan su rol de autenticidad y originalidad) Páginas repletas de amor, de la tristeza por la pobreza que le rodea. Lucha contra los golpista con armas y palabras durante los inicios de la guerra, poemas rebosantes de metáforas de la naturaleza. 

Él es el poeta que desangró su alma y nos la cantó Serrat. Poeta entregado a la creación poética, de verso sincero y repleto de emociones.
Lírico de la libertad, de la vida y de la amistad.
No habrá poemas como los suyos sobrevolando las grandezas del campo, sus pastores,  sus vientos , sus animales.

Hoy durante esta pandemia mundial, rescatamos esta Boca, de sus últimos poemas. Un poema de juventud, murió en la treintena, con la mirada intacta, sonriente, esperanzada.

La métrica que utiliza es tan variable (tercetos, octavas, sonetos,…) como la temática.

Este poema está escrito posiblemente en su ultimo año de vida.









Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.

Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
dando a la grana sangrante
dos lúcidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.

Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado,
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuántas bocas enterradas,
sin boca, desenterramos!

Bebo en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos. Recuerdos.
Besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios.
Y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar.
He de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos.

Como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.


" El hombre y su poesía"
 Cátedra Letras Hispánicas. Madrid. 2010. 
21ª edición. 243 pág.

Edición de Juan Cano Ballesta.


Miguel Hernández Gilabert nació en Orihuela, Alicante, el 30 de octubre de 1910.

Aunque tradicionalmente se le encuadra en la generación del 36′, Miguel Hernández estuvo más próximo a la generación anterior, siendo considerado por Dámaso Alonso como “genial epígono de la generación del 27″.

En abril de 1939, ya concluida la Guerra Civil española, ya se había terminado de imprimir en Valencia «El hombre acecha«, sin encuadernar, una comisión depuradora franquista, presidida por el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, ordenó la destrucción completa de la edición. Sin embargo, dos ejemplares que se salvaron permitieron reeditar el libro en 1981.

Su gran amigo Cossío se ofreció a acoger al poeta en Tudanca, pero este decidió volver a Orihuela, aunque en su ciudad natal corría mucho riesgo, por lo que decidió viajar a Sevilla pasando por Córdoba, con la intención de cruzar la frontera de Portugal por Huelva. La policía del dictador fascista luso Oliveira Salazar, lo entregó a la Guardia Civil.

Fue internado en la cárcel de Sevilla, de la que lo trasladaron al penal de la calle Torrijos en Madrid (hoy calle del Conde de Peñalver), allí, gracias a las gestiones que realizó Pablo Neruda ante un cardenal, salió en libertad de forma inesperada, sin ser procesado, en septiembre de 1939.
Ya en Orihuela, fue delatado, y tras ser detenido de nuevo, enviado a la prisión de la plaza del Conde de Toreno en Madrid. En el juicio que se celebró fue condenado a muerte en marzo de 1940. José María de Cossío, junto a otros intelectuales, entre ellos Luis Almarcha Hernández, amigo de la juventud y vicario general de la Diócesis de Orihuela, intercedieron por él, gracias a los que la pena de muerte a la que había sido condenado, se le conmutó por la de treinta años de cárcel.
La condena la firmó un juez que antes de aprobar su oposición de magistrado, Manuel Martínez Gargallo, había sido un reconocido escritor humorístico cuyas narraciones se habían publicado en diversos medios, y que posteriormente condenó a decenas de periodistas y humoristas gráficos durante el franquismo, incluso al caricaturista que le ilustró parte de sus relatos.

Fue trasladado a la prisión de Palencia en septiembre de 1940 y en noviembre, al Penal de Ocaña, Toledo; en 1941, un nuevo traslado, esta vez al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde compartió celda con Antonio Buero Vallejo, que realizaría el famoso dibujo del pintor, y donde enfermó: tras una bronquitis mal curada, contrajo tifus, que se le complicó con tuberculosis, siéndole negado su traslado a un hospital para tratarla, y que le llevaría a la muerte.

En febrero de 2011, la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo de España denegó la posibilidad de un recurso extraordinario de revisión de la condena solicitado por la familia.

Murió el 28 de marzo de 1942, en la enfermería de la prisión alicantina, eran las 5.32 de la madrugada del 28 de marzo de 1942; sólo tenía 31 años de edad.

Se dice que no pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que fue su gran amigo Vicente Aleixandre, compuso una elegía.
Fue enterrado en el nicho número 1009 del cementerio de Nuestra Señora del Remedio de Alicante, el 30 de marzo.



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