Luisa Castro, y seguimos confinados y leyendo: Los hábitos del artillero

Anna Netrebko & Elīna Garanča – Offenbach: Les Contes d'Hoffmann: Barcarolle



Y seguimos confinados, y proseguimos con poesía. 
Mis anaqueles necesitaron siempre de los poetas. Se fueron poblando de libros de poetas. En los últimos años 90 del siglo XX, abandoné durante bastantes meses o quizá años la novela, y volqué mi pasión lectora en el ensayo y la poesía. 

Fueron los años de Luisa Castro, de Almudena Guzmán, de Charo Ruano, de Anibal Nuñez, de releer con delectación a Federico G.L. de descubrir la hondura de Gil de Biedma, de los versos militantes, comprometidos, caústicos, lúcidos y verdaderos de José Bergamín, de volar de Tábara a Mejico con los poemas de León Felipe, para terminar en la Grecia Antigua del "Hiperión" de Hölderlin, epistolar amoroso y lírico, cumbre de la literatura teutona. 

Descubrí a Guy Claxton, a J.A. Marina, releí las primeras obras de F. Savater, a M. Castells, al Berger más profundo...



Hoy traigo un poema de Luisa Castro de un poemario editado por Visor en el año 1.990. VI Premio Rey Juan Carlos de Poesía.  En él, la por aquellas fechas jovencísima escritora galega, nos reta a tres paradójicos escenarios: el mundo animal, el mundo infantil y el mundo marinero.





El cerdo


Me habían puesto una falda nueva porque llegaba gente,


el agua de colonia,


rescatada de la profundidad de los armarios,


resbalaba por mi frente


una vez al año, por diciembre,


tibia.



Tengo una capacidad de olvido propia de la niñez,


pero mi casa no tenía un lugar para la muerte,


así que había que morir en el pasillo,


improvisar un ataúd de sal,


una roldana de muerte


en el rellano de la escalera.



Y atravesar la escena

sólo para beber agua.



Las tripas, el riñón, el corazón, el hígado,


desaparecen pronto de mis sueños.


Su llanto en mi cabeza reproduce débiles resonancias.


Pero el olor a sangre,

adherido para siempre en las bombillas tan tenues,


alimentaba todos mis malos pensamientos.







Luisa Castro, poeta y novelista española nacida en Foz, Lugo, en 1966.

Licenciada en Filología Hispánica  por la Universidad Complutense de Madrid, ha realizado también estudios de cine en Columbia y New York University.

Inició su carrera literaria a los diecisiete años con la publicación del libro Odisea definitiva. Libro póstumo, en 1984.

Posteriormente obtuvo «Primer Premio Hiperión  de Poesía» en 1987 con su libro Los versos del eunuco y el premio «Rey Juan Carlos de Poesía» con Los hábitos del artillero publicado en 1989. 

Parte de su obra poética está contenida en los poemarios Ballenas en 1992, De mí haré una estatua viviente en 1997 y  Señales con una sola bandera en 2004.

A su recorrido poético se suman sus grandes éxitos con las novelas El somier, finalista del «Premio Herralde» 1990, La fiebre amarilla 1994, El secreto de lejía, «Premio Azorín» 2001, Viajes con mi padre 2003 y La segunda mujer, «Premio Biblioteca Breve de Seix Barral»



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