Yorgos de nuevo: Solsticio de verano




"Hablabas de cosas que no ellos no veían
y se reían.

Rema en el oscuro río
a contracorriente;
recorre el camino ignoto
a ciegas, obstinado
y busca palabras enraizadas
como el olivo de muchos nudos—
déjalos que se rían.

Desea que pueblen también otras personas
la soledad sofocante de hoy
en este presente aniquilado—
déjalos.

El viento del mar y la brisa del alba
existen sin que lo pida nadie."




Dondequiera que viajo Grecia me hiere, escribía en 1936 Yorgos Seferis, uno de los poetas fundamentales del siglo XX.

Nacido en Esmirna, la trimilenaria ciudad griega, poco antes de que fuera conquistada por los turcos, en Seferis se cumple como en pocos autores el destino del poeta como un extranjero.

Por eso su obra está escrita desde la noción del exilio y hay en ella una presencia constante del tema del viaje y del eterno retorno que iguala al poeta con Ulises.

Y esa es la razón por la que Selma Ancira y Francisco Segovia sitúan entre el mito y la historia a Yorgos Seferis (1900-1971)  en el prólogo a la edición bilingüe de su poesía completa que acaba de aparecer en la indispensable colección de poesía de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.

"Todo en los poemas de Seferis es regreso –escriben los editores en el prólogo-. Regreso imposible, si se quiere, pero siempre en curso, como el de Ulises en la Odisea. Quizá por eso para él no hay nada más griego que el viaje de vuelta, que carga a las espaldas la nostalgia de una tierra a la que hay que regresar, siempre regresar, pues acaso sea verdad que una patria no es nunca el lugar del que se parte sino siempre el lugar al que se vuelve. Esto es lo que le enseñan Ulises y Jasón."

La peregrinación, la búsqueda, el viaje por mar y las preguntas se convierten en claves poéticas que cifran la imagen de la vida para Seferis sobre un paisaje de olivos y rocas, de islas con estatuas y caballos y viento en los cipreses. Y al fondo, siempre, la temporalidad, la conciencia de la pérdida.


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