Nada






Casi ninguno sabemos como vamos a morir.

Tú lo supiste desde siempre.

La línea del horizonte terminaba en unas aguas templadas en una bañera blanca.


Un cuchillo bien afilado de los de cortar pescado

en la mano un vaso corto de un buen vino fresco,

y marcharte dialogando con Beethoven,

sonriéndote, ante el vetusto giradiscos.


Incapaz de encontrar tu sofá en el Paraíso 

envejeciste cegato, misántropo, desapasionado, ...


Cumpliste los setenta y un martes del mes del hanami 

te sumergirte en los aromas de jazmín

con un poemario entre tus dedos.


Sin melodramas el jazmín ya era granate.


Después sobre tu lápida un solo escrito:

el kanji solitario de la tumba del maestro Ozu: 無

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