En aquellos bosques de pólvora







La frondosidad oscura y acogedora, rincones inéditos de Flandes, 

da refugio entre su humus a diminutas cabañas hechas de turba inclinada.

Casas de humo. Negras como las tejas, negras como su sombra.


En invierno bajo la máscara de nieve

los habitantes cantores de las ramas mas altas y viejas

anidan en las sequoyas.

Son los que gorjean y reclaman libertad,

son los búhos que trinan por encima de la sonámbula niebla.


En otoño, sin miedo en sus plumajes

desafían las migraciones

planean libres

bebiendo vida en las acequias

y las charcas,

besando la lluvia

sorbiendo los latidos de las nubes y del sol.


Articula la primavera

una nueva dimensión

del arbolado,

y se abre la jaula o la osadía;

la madera quiere incendiarse

o unirse o camuflarse

pero eligió revelarse y gritarlo alto

en gozosa libertad.

Conspiración, murmullos, silencios, y siempre un no.



Desobediencia civil desde Concord o la máscaras de Guy Fawkes.

toma de la Bastilla en Chiapas,

rosas granas en los picos de los iracundos ruiseñores.

Hastiadas de cómodas incomodidades

todas las aves del cielo

se unieron para en picado descender y guerrear picoteando.

Las calandras cayeron primero.

Apareció el ballestero. Castigaron a los libres voladores.


El firmamento se torno violeta.


No nos enterréis en sagrado.

Bajo verdes prados, confines donde no alcance la vista,

un montículo nevado,

una piedra sencilla con una fecha: 1605.

Yacen bajo el peso de la responsabilidad.


Los nidos repletos, aguardan lejanos en las altas ramas.

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