Haydn, y sus seis últimas sonatas, en conversación con Gould y con Bukowski
Otro giro de timón en medio de esta tormenta que no cesa con nombre de coronavirus.
Un poeta que escuchaba sin cesar música clásica y que mezclaba en su vida y en sus libros alcohol, sexo, provocación y desamor. Lejos de la actual autocensura y el puritanismo reinante, parece un ser de otra galaxia.
Un poema que es un relato. Un relato poético. Una poesía prosaica. ¡¡Qué más da!! Un escritor que piso terrenos que nadie había pisado. Que quiso contarnos algo de otra manera.
Como Glenn Gould, que dejó de dar conciertos para grabarlos en radio y en estudios. Peculiar en su manera de interpretar canturrenado. Valiente o cobarde según se mire. Otro genio al margen de las convenciones, para no todos los paladares. Creador que pisó por senderos poco transitados sin temor a ser aparatado del negocio de la música clásica.
Ahora leamos ese viaje entre la nieve, al son del otoño de Haydn. Las últimas seis sonatas, compuestas entre 1789 y 1795, representan la culminación, un salto al virtuosismo y la madurez.
Poeta y narrador, Heinrich Karl Bukowski. Charles Bukowski (1920-1994), el último maldito de las letras norteamericanas, nació un 16 de agosto de hace cien años en Andernach, Alemania. Emigra con su familia, arruinada con la crisis de 1923 a la edad de tres años a EEUU. Pasa a ser Henry.
Vive su infancia devorado por un acné que le deja huellas físicas y psíquicas, y por la violencia sádica de su padre. Estoicamente cincela su carácter. Un carácter huraño, introvertido y provocador que le hace descubrir precozmente y por igual el alcohol y las lecturas en las bibliotecas públicas, lejos de la mirada burlona de los demás.
Vivió diez años viajando de costa a costa, en trabajos de toda índole, entre putas, vagabundos, borrachos. Su década perdida, decía él.
En la década de los 50 comienza a escribir regularmente, a enviar sus escritos a revistas y editoriales y a trabajar de cartero. Época de baches y boda con divorcio con Barbara Frye .
Antes de que empezaran los 60 volvió a la oficina de correos en Los Ángeles, donde continuó trabajando una década y en 1964, tuvo una hija, Marina Louise Bukowski, nacida de su relación con uno de sus grandes amores, Frances Smith. Más tarde, Bukowski vivió en Tucson, donde entabló amistad con los editores de la Loujon Press, Jon y Louise Gypsy Lou Web, que le animaron a dedicarse exclusivamente a escribir y le publicaron una espléndida antología de sus poemas, impresa a mano, It Catches my Heart In Its Hand en 1963, y A Crucifix in a Deathhand dos años más tarde.
Con la edad de 49 años conoce a John Martin que fue a visitarle para decirle que lo consideraba un poeta genial que no tenía nada que envidiarle a Walt Whitman, y que quería publicarle. A cambio, se comprometía a pagarle cien dólares mensuales de por vida, por lo que Bukowski dejó de trabajar en la oficina de correos, para dedicarse a escribir todo el tiempo. B. se la juega y abandona su trabajo en correos.
En 1976 conoció a Linda Lee Beighle, dueña de un restaurante de comida sana, con la que se casó en 1985. Mientras, se había convertido en una figura de talla mundial por sus relatos y poemas provocadores y ebrios de derrota. Traducido a una docena de idiomas y considerado un símbolo de la decadencia de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, Bukowski murió de leucemia el 9 de marzo de 1994 en San Pedro, California, a los 73 años, poco después de terminar su última novela, Pulp.
Nirvana by Charles Bukowski
not much chance,
completely cut loose from
purpose,
he was a young man
riding a bus
through North Carolina
on the wat to somewhere
and it began to snow
and the bus stopped
at a little cafe
in the hills
and the passengers
entered.
he sat at the counter
with the others,
he ordered and the
food arived.
the meal was
particularly
good
and the
coffee.
the waitress was
unlike the women
he had
known.
she was unaffected,
there was a natural
humor which came
from her.
the fry cook said
crazy things.
the dishwasher.
in back,
laughed, a good
clean
pleasant
laugh.
the young man watched
the snow through the
windows.
he wanted to stay
in that cafe
forever.
the curious feeling
swam through him
that everything
was
beautiful
there,
that it would always
stay beautiful
there.
then the bus driver
told the passengers
that it was time
to board.
the young man
thought, I'll just sit
here, I'll just stay
here.
but then
he rose and followed
the others into the
bus.
he found his seat
and looked at the cafe
through the bus
window.
then the bus moved
off, down a curve,
downward, out of
the hills.
the young man
looked straight
foreward.
he heard the other
passengers
speaking
of other things,
or they were
reading
or
attempting to
sleep.
they had not
noticed
the
magic.
the young man
put his head to
one side,
closed his
eyes,
pretended to
sleep.
there was nothing
else to do-
just to listen to the
sound of the
engine,
the sound of the
tires
in the
snow.
"NIRVANA”
sin mucha elección
y casi sin quererlo,
él era un joven
a bordo de un autobús
que cruzaba Carolina del Norte
rumbo a
algún lugar
y empezó a nevar
y el autobús paró
en un café
sobre las colinas y
los pasajeros
entraron.
Él se sentó en el mostrador
con los demás,
pidió y le
trajeron su comida,
que estaba particularmente buena
lo mismo que el café.
La camarera no era
como las mujeres que él
había conocido.
No se hacía la interesante,
un humor natural emanaba
de ella.
El cocinero decía
cosas locas.
El lavacopas,
atrás,
se reía con una risa limpia
y placentera.
El joven miraba
la nieve a través de las
ventanas.
Quería quedarse
en ese café
para siempre.
Un curioso sentimiento
lo inundó :
que todo
era
bello
ahí,
que todo permanecería
siempre bello
ahí.
Entonces el chofer
avisó a los pasajeros
que ya era tiempo de irse.
el joven
pensó, me voy a quedar
aquí, me voy a quedar aquí.
Pero
se levantó y siguió a
los otros hasta
el autobús.
Encontró su asiento
y miró el café
por la ventanillas.
el autobús arrancó,
dobló una curva,
y fue camino abajo,
alejándose de las colinas.
el joven
miraba
hacia adelante.
Los otros pasajeros
charlaban de otras cosas
leían o intentaban dormir.
No se habían dado cuenta
de la magia.
el joven
puso su cabeza
contra el asiento,
cerró los ojos,
fingió dormir.
Nada quedaba
sólo escuchar el
sonido del motor,
el sonido de las ruedas
en la nieve.
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