Unos poemas en memoria de Aníbal
La vida de Aníbal
fue un habitar entre ramos de rosas
un espacioso bigote y crucigramas en rama. Palabras que rellenar.
Jardines, parques, y estirpes que rellenar.
Lejos de rencillas y derrotas habitó la infancia
de quienes lejos de estar entre dos fuegos disfrutamos de su personal mirada.
Aníbal ha muerto antes de comenzar el mes del Adviento.
Para recordar a Aníbal, sirvan estos poemas de su tocayo, aquel poeta que aró los márgenes del vivir.
Mudanza
Una palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.
El oráculo
-¿Pandora volverá?
-Pandora vuelve:
polvo de plata esparce el viento
por bosques y abalorios.
Un esquife resbala
por el lago inclinado:
Otra especie
que se nos va: el saberlo
no oculta al sol: Que sea bienhallada
la hija de lo múltiple.
Más cerca
ya el azul sin reproches, el todo sin dolor:
el paraíso
Nunca se hubo perdido. La memoria nos
sobra
cuando vuelve, regresa
la que sembró de mal el pensamiento-
Síntomas de vejez
Ya el poeta no hace como antes
boceto de sus lágrimas
ni refunde su canto hasta el poema
Ahora directamente como el liquen
sobre la piedra inerme
dispone las palabras a sabiendas
de que el tiempo ha dispuesto el cañamazo
de lo que va a escribir para el olvido.
Aníbal Núñez San Francisco
(Salamanca, 1.944 - Salamanca, 1.987)
El poeta Aníbal Núñez fue también traductor, pintor y grabador. Mencionamos estos detalles de su vida porque sirven especialmente bien a este modesto comentario. Por vicio profesional y vital, de entre estas habilidades destacaremos la que parece más discreta y entrañable, la de traductor, que, como se sabe, es una labor que tiende a la invisibilidad. Aníbal Núñez tradujo a Propercio (Elegías, Valladolid, 1980) y a Catulo (Cincuenta poemas, Madrid, 1984), además de poemas de Rimbaud (Poemas 1870-1871, Madrid. 1975) y otros poetas franceses.
Poeta de delicado trazo. Fotografiado entre la niebla castellana por su padre, el polifacético Pepe Núñez, maestro de fotógrafos y genio a la hora de capturar la luz y de revelarla en el cuarto oscuro, Aníbal era un ser sensible a la costumbre de mirar, dulcificando dolores, fracasos e incomprensiones, flotando entre alcaravanes, atardeceres y soledades artificiales.
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