Los fundamentos de los primeros moradores
Alguna vez paseando por la vida,
nos distraemos en cosas superfluas;
todo nos distrae, nos distraemos
en gentes intrascendentes,
perdemos el bendito tiempo,
y entre alamedas y estrellas se nos pasa el alma.
Reímos deslumbrados, aturdidos, atontados.
Y dejamos de atender a los titanes,
a los que lucharon toda su vida sin descanso.
Miramos a otro lado.
Nada somos sin ellos.
Si atendiésemos nos fortalecerían el espíritu.
Y llega la mano del mundo para ordenar este no estar.
Asoma el derrumbamiento de los jovencísimos y altaneros Reyes
produciendo la estampida la conmoción en los sótanos
el dolor en las panaderías.
Se impone el destino variando cada instante.
El mundo necesita madurar en su giro
centrifuga máscaras y oquedades, descansar sereno
latir como lo hacen los viejos imperios
observando en sus sueños nuestras vidas errantes.
Un momento en el tiempo, y Orión descubre a Brueghel.
Sacude las migas del mantel donde come el monstruo
se tambalea, asomándose a los confines del infinito
observa arder el Sol y en un abrir y cerrar del Tiempo se
termina la aventura de la fallida sabiduría de la especie habitante.
La veracidad de la explosión no dejaba lugar a duda alguna.
¿Presagios, dónde me esperáis?
El ruido del planeta ardiendo.
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