Silvia Pérez acuna a Inge Müller
Máscaras
Me resisto a llevar máscaras
Me busco a mí misma
No quiero que ustedes me imiten
Busco nuestro rostro
Desnudo y cambiante.
Ni las lágrimas ni el tiempo
Nos quitan las larvas
Ningún fuego ningún Dios
Nosotros mismos
Nos llevamos a la tumba.
Bajo los escombros (III)
Cuando iba a buscar agua un edificio se derrumbó
Sobre mí
El perro abandonado y yo
Cargamos la casa.
No me pregunten cómo
No recuerdo
Pregúntenle al perro.
A los 33 yo era una niña creyente
Mis padres eran buenos y trabajadores
Me hice adulta a los 39
Cuando estalló la guerra.
Oí esto y aquello
Contra Hitler y después a favor de Stalin
Vi: que este hizo eso y este lo dejó
Cuando eso se hizo cargo de él.
Tuve mi primer amor cuando estalló la guerra
Y cuando se marchó al frente
Lloré. Yo era una cosa tonta
Un ser inferior en relación a la nación.
Antes de caer regresó a mí
Totalmente destrozado por el crimen
No supe nada mejor que decirle: ven quédate aquí
Felices nunca hemos sido.
En el 45 todo el mundo era anciano
Yo no quería vivir y tampoco morir
Vi la herencia sin herencias
Y la movilización fue el precio.
Porque tuve que marcharme me fui
Busqué una razón
Y pensé en los árboles del parque
Y en sus labios suaves.
Bombas y cañones
Me enseñaron a tener paciencia
A considerar a los que sangran
A pensar: qué significa la culpa.
Inge Müller
Con traducción de Geraldine Gutiérrez-Wienken, Editorial Llantén acaba de publicar la antología ¡Que no me asfixie de hacer tanto silencio! de la poeta alemana nacida en 1.925. Fue poeta, autora de libros infantiles, obras radiofónicas y piezas de teatro. Dejó también una novela incompleta.
Inge Ursula Elsa Meyer fue una poeta nacida en Berlín en 1.925.
Autora de libros infantiles, obras radiofónicas y piezas de teatro, también dejó una novela incompleta: Yo, Jonás. En 1945 fue juramentada como soldado de las Fuerzas Armadas Alemanas, recibe el uniforme color gris campaña (Feldgrau) con la insignia de la esvástica. Es instruida para conducir los camiones de la Fuerza Aérea. En el frente, tan agresivo como indignante, toca a ratos el acordeón. Intenta escapar en repetidas oportunidades, pero es detenida. Un fragmento de Inge escrito a máquina reza: «Las excepciones y la regla. Las asistentes de las Fuerzas Armadas obligadas a dormir con los oficiales fingíamos un sangrado dos veces al mes».
El 29 o 30 de abril de 1945, cerca de las 4 am, hora en que se solían suspender los bombardeos y las ayudantes eran enviadas a por agua, Inge quedó enterrada viva, junto a un perro, bajo los escombros de un edificio que se derrumbó. A los tres días es rescatada. Camino a casa en medio de las ruinas halla el edificio de sus padres destruido. En el sótano yacen los cadáveres de sus progenitores y de algunos vecinos. Ella misma los levanta y los lleva al cementerio en una carretilla.
Se suicidó el 1 de junio de 1.966 en su ciudad natal.
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