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El frío de la nieve es tan silencioso como limpio,
tan hipnótico como hermoso.
Tan blanco como tu piel,
tan lento como el olor de la ropa recién lavada.

La nieve me envuelve como
aquella primera nevada en la noche lejana de la infancia.

Os lo voy a contar:
salgo del calor de una biblioteca pública 
con mi libro, mi tesoro, entre mis manos,
y de repente levanto la mirada atrapante de las páginas, 
y siento como la plaza está vacía
oscura, iluminada por unos inmensos copos que caen sobre mi cabeza.
No hay ruidos que me despierten.
Entro en trance.
.
Sonrió , y mi alma lo guarda en lo mas hondo de sus tesoros.

Perdonen. 
Pero ni hubo bolazos. Ni hubo trineos.
Yo era un niño débil. De voraces lecturas, introversión y pocas palabras.
Llegué a casa y proseguí leyendo bajo la sábana blanca de mi pequeña cama.

El manto blanco de ahora 
es el de aquella noche de hace cuarenta y dos años.

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