Julien Grecq se silencia con José Cortí

 

 Grigory Sokolov - Brahms Intermezzo Op. 117 No. 2 
 Recital at the Berliner Philharmonie 5 June 2013




Louis Poirier, había nacido el 27 de julio de 1910 en Saint-Florent-le-Viel, pequeña localidad junto al Loira en la que había vuelto a instalarse desde hace años. Hijo de un mayorista de mercería. Julien Gracq (su pseudónimo)
 no nacería hasta veintiocho años después, cuando José Corti publicó Au Château d'Argol, novela que fascinó a André Breton. Durante más de 50 años ha dominado desde su silencio exigente el mundo literario francófono. Silencioso porque, para él, la única biografía de un escritor era la bibliografía completa de su obra. Y exigente, entre otras razones, por las que expuso en su ensayo La Littèrature à l'estomac (1941) en el que ridiculizaba los premios. Escritor desprendido, enemigo soberano del clamor mediático - rechazó Goncourt, el parisismo, Bernard Pivot. Gracq, como Buzzati o Benet, escritores con los que tiene algunos puntos en común, tenía una extraordinaria capacidad para inventar mundos. En Le Rivage des Syrtes la acción -escasa- transcurre en la señoría d'Orsenna, una República en crisis que se parece tanto a Venecia como a la III República Francesa y en un paisaje que tiene que ver con el de la ciudad italiana, pero también con el de la desembocadura del Loira, de Nantes hasta el mar.



"Su editor, José Corti: un ser raro, desconocido o casi desconocido para el gran público, pero un modelo: el editor que nunca publicó lo que no le gustaba. Y amaba sólo la escritura más alta, la creación más aguda, la literatura más noble."

Gerard Guillot, El Fígaro



"Pourquoi le sentiment s’est-il ancré en moi de bonne heure que, si le voyage seul –le voyage sans idée de retour– ouvre pour nous les portes et peut changer vraiment notre vie, un sortilège plus caché, qui s’apparente au maniement de la baguette de sourcier, se lie à la promenade entre toutes préférée, à l’excursion sans aventure et sans imprévu qui nous ramène en quelques heures à notre point d’attache, à la clôture de la maison familière?"

"Tout grand paysage est une invitation à le posséder par la marche ; le genre d'enthousiasme qu'il communique est une ivresse du parcours. Cette brume ensoleillée comme une gloire est indissolublement à la fois le point de fuite du paysage, l'étape proposée de notre journée, et comme la perspective obscurément prophétisée de notre vie."

Julien Gracq 

En lisant en écrivant

Editions José Corti

"Au fond, un grand panorama, c'est une projection d'un avenir dans l'espace, et c'est une sorte de chemin de la vie - mais un chemin de la vie que l'on choisirait librement. Parce que dans ce paysage on a le sentiment que l'on peut aller partout, on a une impression de liberté étonnante."
Julien Gracq 

"Entretien avec Jean-Louis Tissier" (1978)
in "Entretiens" Editions José Corti




"¿Por qué me inculcó desde el principio la sensación de que si el viaje solo, el viaje sin idea de regresar, nos abre puertas y realmente puede cambiar nuestras vidas, un hechizo más oculto, similar al manejo de la radiestesia? vara, está ligada al paseo más querido, a la excursión sin aventuras e imprevista que nos devuelve en pocas horas a nuestra base de operaciones, a la cerca de la casa familiar?"

“Cualquier gran paisaje es una invitación a poseerlo caminando; el tipo de entusiasmo que comunica es una embriaguez del viaje. Esta niebla soleada como una gloria es indisolublemente a la vez el punto de fuga del paisaje, el escenario propuesto de nuestro día, y como la perspectiva oscuramente profetizada de nuestra vida".

Julien Gracq

Leer mientras se escribe
 
Ediciones José Corti.



"Básicamente, un gran panorama es una proyección de un futuro en el espacio, y es una especie de camino de vida, pero un camino de vida que uno elegiría libremente. Porque en este paisaje uno tiene la sensación de que puede ir a todas partes, uno tiene un impresión de una libertad asombrosa".

Julien Gracq "Entrevista con Jean-Louis Tissier" (1978)
 
"Entrevistas" 

Ediciones José Corti



José Corti (José Corticchiatto, 1895-1984) se había ganado por entonces un exquisito prestigio, pero muy poco dinero. En 1925 se había instalado como librero y ocasional editor en la mítica calle Clichy (número 6) y no tardó en convertirse en una de las piezas fundamentales del triunfo del surrealismo literario al ocuparse de algunas revistas y manifiestos importantes (Le Surréalisme au service de la Revolution, 1930-1933; , así como de las obras de autores como Louis Aragon (La peinture au défi, 1930), André Breton y Paul Élouard (L´Immaculade Conception, 1930), Breton, Élouard y René Char (Ralentir travaux, 1930)  y poco unos años después, ya durante la guerra civil española, Salvador Dalí (Métamorphose de Narcisse, 1937).

En aquellos años llega a un punto en que Corti se queda sin liquidez (por su manía de pagar al contado, según explica), pero se ve incapaz de dejar pasar la oportunidad de dar a la imprenta el libro de quien no tardaría en ser conocido como Julien Gracq:

"Para decirlo en pocas palabras, me sentía atrapado entre mi deseo de publicar ese libro y la imposibilidad material de hacerlo, por lo que decidí mandar una carta al autor que me dolió mucho tener que escribir, porque podía tomarme por un burdo comerciante de papel impreso. Y la cuestión era, ¿podía él aceptar, contra toda práctica razonable, participar en los gastos de edición?"

Poirier (Gracq), no tardó en responder afirmativamente, y en los años sucesivos se convirtió en el puntal que situó a José Corti en el mapa de la edición francesa, componiendo uno de los ejemplos más claros y longevos de la relación de mutua fidelidad entre autor y editor, que se extendió tanto a la obra narrativa como a la ensayística, a la dramática y a la poética: Un beau ténébreux (1945), Libertad grande (1946), André Breton (1948), El rey pescador (1948), La literatura como bluff (1950)… y así hasta el fenomenal y en buena medida inesperado éxito que supuso El mar de las Sirtes (1951), galardonada con el Premio Goncourt (quizá por entonces la más alta distinción que podía obtener una novela), que Gracq ya había anunciado que no aceptaría, alegando que apreciaba su existencia como escritor discreto ajeno a las modas y a la atención mediática. Como es de suponer, eso no hizo más que alentar el escándalo y las diatribas contra lo que, en algunos medios, se consideró un abuso de poder.

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