Si existe un Dios ese el tiempo





Si existe un Dios ese es el tiempo.


Siempre en disonancia, en permanente contradicción



El tiempos se hizo cifra 

y la cifra una fecha. La fecha se travistió en reloj.



El reloj apareció en la plaza para sonar cada hora

la fabrica incorporó una sirena a cada hora de fatiga,

la vuelta al trabajo.


De la melancolía del reloj de bolsillo a cuerda

y apareció la esfera luminiscente

que nos expulsaba bruscamente del paraíso de los sueños.


Al Dios tiempo

le incomodó la lentitud del Paleolítico,

y se presentaron los tiempos de herrumbre

las prisas, los aviones, las gentes olvidadas

las distancias imposibles, las autopistas de seis carriles.


Dejamos de cantar al sol como la cigarra

para ser autómatas náufragos en la profunda distopía de los relojes multifunción.


Ya no nos dejan caer para volver a levantarnos. No hay tiempo para redenciones.

En cinco minutos comprimimos tres días de una amplitud mágica.

¿Cuanto tiempo eterno cabe en un Universo?

Los tiempos habitados y nunca olvidados.

¿Cuantas primaveras caben en un año?

Las que los muertos nos recuerdan. La de los millones de partículas de polvo estelar que nos rodea.

¿Cuantas noches en una madrugada viendo el sol tras la alameda?

Las que el alma bebe para seguir pastoreando.

¿Cuantos momentos gozosos se olvidan en una jornada de prisas sin apenas aliento?

Los que transitan por la veredas de nuestra alma amistosa y amante.

¿Cuánto tardo el tiempo en acomodarse en la Corte despreciando la alabada antes Aldea?

La era del destiempo, esta que viene barriendo los ritmos de cocción.

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