Pasolini nunca fue el guardameta, fue defensor de las luciérnagas
“No sé por qué nunca he estado en el sitio en el que mataron a Pasolini”.
Con esta frase cierra Nanni Moretti el primer capítulo de su peculiar Querido diario, titulado: En mi Vespa.
La escena está acompañada de la pieza jazzística The Köln Concert de Keith Jarrett, evocando este homenaje con un cierto poso de nostalgía, pena y dolor. Un recorrido respetuoso que Moretti hace en ese último camino que hizo Pasolini y que ahora el director realiza en silencio. Moretti subido en su Vespa nos muestre sus respetos por ese lugar fronterizo; la música de Jarrett amortiza la agonía de Pasolini en aquel olvidado descampado de Ostia, escenario de pachangas futboleras. Ese futbol que siempre disfrutó desde sus contradicciones y escritura.
En todos los lugares
en los más escondidos y olvidados.
En el centro de Roma o en los arrabales de cualquier ciudad
aparece una portería de fútbol.
Puede que esté arrumbada, sin redes,
plantada encima de barros, de charcos, de piedras,
con o sin hierba mullida,
oxidada, olvidada bajo el inclemente dios astro.
Es una objeto de culto.
El tiempo ya será otro cuando la franja rectangular
se llene de gente, de forofos del jugar.
El juego es tan simple
(Lo de las normas tecnológicas de ahora ya son otro cantar)
que se compone de un balón,
una portería y la nostalgia de seguir siendo el niño que corría
que jugaba, disfrutaba de una manera sencilla:
sudar todo el recreo sin dejar de sonreír.
Pureza e infancia. Héroes del álbum de cromos.
Pasolini adoraba el calcio.
Y en el juego aterrizó con su mirada de poeta de los arrabales,
de cineasta provocador, de prosista y ensayista contradictorio: marxista y católico,
sobre el gran ritual
que congregaba por igual a la inteligencia y al pueblo iletrado,
haciendo un análisis del rito sacralizado de la magia del balompié.
Pasolini adoraba el lenguaje de signos corporales
con estéticos movimientos;
creativos mágicos jugadores rimadores
que se enfrenta a todos driblando a las defensas previsibles y prosistas.
Sistemas de regate, y de ver lo que nadie ve desde los pies y el alma.
No sé qué opinaría de este futbol entre veintidós millonarios
vendidos al gran negocio de la FIFA.
Mercadotecnia.
Las pasiones del siglo XX
vistas desde sus vertiginosas carreras por la banda izquierda
de Pier Paolo Pasolini
avisando de la sociedad de consumo
ya en los años 60.
Él, un tifoso de la osadía del Bolonia,
un defensor del fútbol amateur,
un ser que entendía el arte como juego
el juego como arte.
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