Refranero de febrero dialogando con Léo Ferré y algunos de sus parientes cercanos

 Refranes del mes de febrero cosidos con viejas palabras y  de significados tan hermosos como por desgracia en desuso.

 Dialoga este mes ácrata y desordenado como pocos, con Léo Ferré (Léo Albert Charles Antoine Ferré, Mónaco, 24 de agosto de 1916-Castellina in Chianti, Italia; 14 de julio de 1993), esa voz hermana de Jacques Brel, otro monstruo, nacido en Bélgica, pero que ilustró a Francia. Y con ellos, Edith Piaff y Georges Brassens, y, ¿por qué no?, Charles Aznavour, y al Moustaki, hijos todos a su vez de Charles Trenet. 

Georges Brassens y Léo encarnan esa estirpe más inconformista. Ferré, incómodo, filósofo, músico y compositor polifacético, adaptó poemas de autores a los que nos acercó: Baudelaire, Rimbaud o Aragon. Tierno y rabioso, más combativo que Brassens, y menos lírico que Moustaki, pero letrista como pocos a la hora de ajustar una historia a un vinilo de poco más de tres minutos.

Todas estas voces resuenan cercanas desde las cuevas  semi olvidadas de Saint Germain, con estos chaparrones de febrero que tanto trasladan al París de blanco y negro con nocturna banda sonora de jazz, escenario de un breve cuento de Cortázar.

No me resisto a nombrar a Juliette Gréco, Catherine Sauvage, arrastrando esas letras impregnadas de el fracaso que nos esperaba en la vida y del fracaso de la vieja Europa tras las dos Guerras Mundiales. La Sauvage reinó en la rive gauche con un repertorio exigente que hermanaba, si la ocasión lo requería, el piano y el acordeón: desde Serge Gainsbourg hasta Brecht, incluidos García Lorca, Léo Ferré, Aragon y Baudelaire. 

Grecco era la mujer de negro, con su flequillo y su raya de ojo marcada siempre, igual que su voz: desgarradora. Cantó a los poetas de su tiempo: Aragon, Éluard y Queneau. Kosma y Prévert. Triunfó en el Olympia, y pisó los escenarios de América, de Nueva York. Rodó con Jean-Pierre Melville, con Jean Renoir, y en Hollywood. Aún se la recuerda cogida de la mano de Miles Davis paseando a orillas del Sena.

Nos faltaría, si seguimos por estos andurriales, escribir de Barbara, cantante que nunca se pareció a nadie. Lo dejamos unos días en barbecho y lo dicho... próximamente, Barbara.  



Abrígate en febrero con dos capas y un sombrero.

Agua de febrero, llena el granero.

Árbol que podo en febrero, tendrá fruto duradero.

Cochinillo de febrero, con su padre al humero.

Cuando no llueve en febrero, no hay buen prado ni buen centeno.

En febrero busca la sombra el perro, pero a últimos, no a primeros.

En febrero busca obrero, a últimos que no a primeros.

En febrero la castaña y el besugo no tienen jugo.

En febrero loco, ningún día se parece a otro.

En febrero mete obrero, que pan te comerá, pero buen trabajo te hará.

En febrero sale el oso del osero.

En febrero sale la lagartija del agujero.

En febrero, un día malo y otro bueno

En febrero, un día sol y otro brasero.

En febrero veinte pies salta la liebre en el sendero; pero si al galgo le dan pan duro salta

veintiuno.

Favor de señores y temporal de febrero, poco duradero.

Febrero, cebadero.

Febrero el corto, el peor de todos.

Febrero es un mes embustero.

Febrero loco y marzo otro poco.

Febrero, rato malo y rato bueno.

Febrero, siete capas y un sombrero.

Febreruco es loco, unas veces por mucho y otras por poco.

Flor de febrero no va al granero.

Lluvia de febrero, el mejor estercolero.

Mal año espero si en febrero anda en mangas de camisa el jornalero.

Nieblas en febrero, abril llovedero.

No lloviendo en febrero, ni buen pan ni buen centeno.

Quien en febrero no escarda, ¿a qué aguarda?

Venga febrero lluvioso, aunque salga furioso.


Léo Ferré en una grabación televisiva de tema "Avec le temps"

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