Las ciudades de Bruno

Comenzaba a ver cine en pantalla grande en V.O, y una noche de juventud, en las horas silenciosas de la noche invernal, descubrí en la 2 de RTVE una película que me acompaña desde entonces:

"Dans la ville blanche" (Alain Tanner, 1983)

Quedé fascinado por ese marinero políglota que encallado entre dos aguas (la del Tajo y la del Rin) que en la laberíntica y fascinante Lisboa, amaba en francés, grababa en súper-ocho en alemán, y sorbía café en portugués.

Ese marinero es Paul y era Bruno Ganz. Ulyses perdido en su particular Odisea.
El mar, la quietud, el abismo, la niebla.
La soledad. La melancolía. 
La lentitud de los planos largos, sin apenas diálogos, pero desbordando poesía desnuda nacida del desencanto, del abismo que suele ser la dupla tiempo y espacio.

Este fue el principio de una ciudad a la que hago viajes literarios, cinematográficos y también interiores. 
De Lisboa me enamoraron sus calles empinadas, sus bares, sus rincones no monumentales, la Lisboa que luego nos mostrará John Berger, y la de Tabucchi, y la de Wenders y Handke, y la de José, o la de Zeca, y la de Pessoa...




Pasaron los meses, los años y llego Bruno Ganz sobrevolando esa ciudad dividida por el Muro.

Blanco y negro hermosísimo, contándonos una historia de seres de carne y hueso conviviendo con ángeles. Wim Wenders dirigió en 1987 (Himmel über Berlin), El Cielo sobre Berlín, caído el Muro necesitaba contar una segunda historia: Wenders rodó una segunda parte en 1993 (In weiter Ferne, so nah!, ¡Tan lejos, tan cerca!)  La reunificación de una ciudad y sus habitantes. 
Una fábula de tiempo-espacio-mortalidad-inmortalidad, tan desgarradora como la escrita por Berger en su exquisito libro " Aquí nos vemos". 

Los muertos nunca dejan de acompañarnos. 

Otro film que evoca la arquitectura, las avenidas, los espacios de una ciudad vista a vuelo de pájaro,  repleta de silenciosos espacios, de geografías, espacios de cultura públicos y de seres celestiales mirándonos a los ojos bajando desde los cielos. Dos realidades, dos miradas, una confusión para la mente humana cuando pensamos en lo infinito, en los misterios de la existencia humana.

Esta vez no era Tanner, pero era un enorme Wenders con un afilado Handke.

Dos ciudades con dos Ganz diferentes. Paul vs Damiel.






Y nos queda una tercera película: Night Train to Lisbon (2013, Bille August)

Un viaje, de nuevo en el tiempo: trayecto al pasado, a la dictadura de Salazar, y la revolución de los claveles, un retorno a los amigos que murieron, viaje a la juventud, viaje desde Berna hasta Lisboa, desde una gabardina roja de una mujer portuguesa intentando saltar a las aguas del Aar. Aguas que reflejan resplandores y sombras en la lengua alemana, latín, para desembocan el portugués de la gran Lisboa de nuestro tiempos. Y la historia nos presenta a Bruno (Jorge O'Kelly), el jugador de ajedrez, bebedor nocturno de vino, farmacéutico, empedernido fumador, y antiguo miembro de la resistencia contra el Salazarismo.

Un Jorge O'Kelly sabio, herido, nocturno, que me condujo de su mano a leer la densa novela Pascal Mercier que había inspirado la película.


El pasado 16 de febrero, Bruno Ganz (Zúrich, 22 de marzo de 1941 - 16 de febrero de 2.019) emprendió un nuevo vuelo, y nos dejó sus películas para poder citarnos de nuevo con él.

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