Verano cromático


 



Este verano no encuentro los colores.
Sí hay colores, pero no las palabras para nombrarlos.
Falta ensanchar mi enquilosada lengua.

Existe el azul del cielo, el verde de las laderas en julio
pero no existe la palabra que nombre el frescor de la yerba cuando se corta en verano.

Grisáceos son los cantos de los colirrojos al despertarnos cuando naranjea el valle
habitando el magnolio junto al ventanuco.

Azules parecen ser los ladridos de los perros en la negra noche de San Juan,
y verdes los cantos de los grillos cuando escuchamos los diálogos
salidos de las lenguas medio dormidas
de los libros que sostenemos entre cojines antes de dormirnos.

Cinabrio es el color de la niebla cuando
se acerca la época de la leña para las chimeneas.

En colores soñamos,
a cámara lenta o rápida,
pero no sé cual es el tinte de mis ojos cuando sueño que vuelo.

Este verano no encuentro las palabras 
que me susurren los colores que me matizan la paleta del delicioso Hockney.

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